Las nubes del pensamiento y la plena conciencia

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Por Roger Villares Gutiérrez

De esas charlas espontáneas con personas con las que se disfruta un diálogo de carácter existencial, surgen temas complejos. Me llamó la atención uno sobre situaciones hipotéticas provocadas en nuestro inconsciente, las que, alimentadas de incertidumbre y ansiedad, sólo afectan la estabilidad emocional y que, en un efecto mariposa, el más mínimo error en su equilibrio puede alterar significativamente nuestro futuro. Por ende, descubrí la importancia de vivir con plena conciencia, tal como lo dicta el mindfulness, técnica de meditación de carácter científico asociada al budismo, pero que no necesariamente implica una relación directa a esta doctrina u otra ideología religiosa.

          En un mundo lleno de bombardeo psicológico provocado por el marketing y los social media, la pérdida de valores en los jóvenes, la corrupción y los problemas sociales, es muy fácil evadir la realidad con placebos (tecnología, religión, compras impulsivas, etc.) que nos hacen sentir “menos mal” que los demás. Somos autómatas que rutinariamente se activan y desactivan, reaccionando a estímulos que nos hacen creer que somos felices; es decir, confundiendo el placer con la felicidad, flotando en una espiral que nos mantiene vivos, pero alejándonos de la realidad.

          A cada instante de nuestra vida navegamos entre nubes de pensamientos positivos y negativos, y somos presa fácil de nuestras propias ideas, las  que parecen estar flotando de una nube a otra de forma inadvertida e indiscriminada. En un instante vamos de un pensamiento a otro, agobiándonos o anticipando hechos que generan ansiedad, olvidándonos de algo fundamental: vivir el presente.

          Es necesario buscar la forma de percibir el presente de manera concreta, desde disfrutar el agua recorriendo nuestro cuerpo al tomar una ducha, o concentrarse en la sensación que provoca en la piel la ropa o el calzado que traemos puesto. Disfrutar el desayuno sin la enajenación que provoca el noticiero matutino, concentrados solamente en el sabor y la temperatura del café; contemplar el atardecer sintiendo el aire cálido en el rostro; ejercitar nuestro cuerpo disfrutando del cansancio de cada uno de los músculos involucrados y los cambios en la temperatura corporal regulada por el sudor; trabajar concentrados en cada movimiento que nuestro tipo de empleo requiera.

          Si un pensamiento se interpone al realizar estas actividades, lo ideal es dejarlo pasar sin involucrarnos con él; los pensamientos siempre están ahí, nunca se irán, la mente nunca se queda en blanco; para vivir el presente, debemos ser espectadores de esas nubes de pensamientos cargados de surrealismo, transitando entre ellas sin abordarlas o anclarnos en alguna, no importa si es una nube blanca, gris o negra. Vivir a plena conciencia no implica evitar que la imaginación y la creatividad vuelen libremente, tampoco evadir el sufrimiento, porque el dolor y la creatividad son parte de nuestro presente, existen porque son parte de nuestro desarrollo como personas; según el mindfulness, podemos transitar el dolor con plena conciencia, sin juzgar y participando sólo lo necesario de él. De este modo, si ganas, ganas con conciencia; si pierdes, pierdes con conciencia. No tener miedo a “soltar” aquello que te agobia o que te mantiene en una realidad simulada, es parte de este crecimiento personal. Tal vez la vida únicamente nos pide disfrutarla sin juzgar, regalándonos un universo de sensaciones para vivirla plenamente nadamás con respirar.

         

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