Colores de fin de año

Publicado por

Dzununi Sac Nictée Guzmán May

Filiberto García

Llega octubre, y comienzan a emerger arañas, escobas, calaveritas de azúcar y chocolate, calabazas de plástico, máscaras del Chapo o del villano en turno, de super héroes, o de monstruos con cicatrices, entre más espantosos, mejor. En las panaderías, comienzan a decorar los cristales con dibujos de artistas populares, pero que ya no están vivos: Juan Gabriel, Cantinflas, Pedro Infante. Claro, no deben faltar los panes de muerto en tamaño gigante; ya sea en dibujo o físicamente, éstos pueden aparecer en los mostradores desde muchos meses antes. En algunas panaderías se consiguen de tiempo completo, o sea, cualquier día del año.

       Con el pan de muerto, aparecen luces multicolores y esferas navideñas. Muchos productos se traslapan; sin dejar pasar una fecha, la mercadotecnia se hace presente para que no olvidemos los festejos que sucederán dos meses después. Así, aunque parezca burdo, podemos escuchar al mismo tiempo gritos y tonadas como las de “Ay, mis hijos” y “las campanas de Belén”. Estas escenas suceden a cada rato en el Centro Histórico. Basta con recorrer calles como la de Correo Mayor, o cualquiera otra del barrio de la Merced. Ahí se encuentran los productos de temporada, y hasta los que no lo son.

       Así, los meses de octubre, noviembre y diciembre están marcados por eventos masivos y coloridos. Por ejemplo, en octubre se celebra el desfile de alebrijes, el cual organiza el Museo de Arte Popular. Al efecto, el 28 de octubre mucha gente se da cita en la Iglesia de San Hipólito, ubicada en Puente de Alvarado, esquina con Avenida de la Reforma. Es el templo de San Judas Tadeo, y no faltan los creyentes que se caracterizan con la vestimenta de este santo; incluso, hay casos en que familias enteras llegan vestidas de Judas.

       Después vienen los desfiles y ofrendas de días de muertos, del 31 de octubre al 2 de noviembre, patrón cultural de primer nivel, muy digno ya de figurar entre los elementos patrimoniales de la humanidad. Enseguida sucede el Festival de las Luces (Filux), donde varios recintos del Centro Histórico se llenan de colores, con iluminación espectacular. No obstante, igual se multiplican los inflables navideños, simulando muñecos de nieve, Santa Claus con sus renos, pingüinos, osos y demás. No faltan las series de luces, esferas, árboles de plástico, así como los acarreos de pinos naturales sobre los coches.

       Del 12 de diciembre en adelante, es hora del maratón Guadalupe-Reyes, con peregrinaciones, festejos, comidas, fiestas de navidad y fin de año, posadas, misas, actos de arrepentimiento sincero, actos de arrepentimiento por alcoholes, día de los inocentes, y la magia propiciatoria para los viajes, pura promesa de la regeneración de los tiempos. ¿Quién no escucha cientos de veces esa eterna melodía de las campanas sobre campanas? ¿En qué escuela no festejan con el burrito sabanero y su camino de Belén? ¿Quién no guarda la ilusión para el día de reyes, en enero, sin importar la rosca más que en el pretexto del jolgorio, toda vez que nadie está dispuesto a pagar lo del muñeco? Los tamales del 2 de febrero ya son otra cosa, pues siempre terminan invitando otros.

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