EL HOSPITAL GENERAL. 1881

FUENTES PARA LA HISTORIA DE LA CIUDAD DE MÉXICO. EL HOSPITAL GENERAL. 1881.

                          Presentación, investigación y transcripción de Jesús Guzmán Urióstegui

El Hospital General de México se fundó en febrero de 1905, con el nombre de uno de los médicos más connotados de la segunda mitad del siglo XIX, personaje que también fungió como médico de cabecera de la familia presidencial de Porfirio Díaz; sin olvidar que, según la prensa de la época, gozaba de fama internacional: Eduardo Liceaga.

       El proyecto final de dicho hospital corresponde al año de 1896, pero es indudable que los anhelos sobre tal nosocomio eran de una data más larga, la cual tenía que ver con los afanes del Estado por responder a una opinión pública exigente, misma que pedía en forma cotidiana que se resolvieran de manera integral las pésimas condiciones sanitarias de la ciudad de México, cuyos habitantes eran asediados por el tifo, los catarros, el alcoholismo, las diarreas, entre otros. Al respecto, trataremos aquí del testimonio que se formó en 1881, con el general Manuel González en la presidencia de la República.

       En 1880 el gobierno federal sostenía varios edificios médicos, destacando los denominados San Andrés, Juárez, Infancia, Morelos, los que para entonces estaban rebasados en todos sentidos, a pesar de los esfuerzos de profesionales como Antonio Tapia (enfermedades crónicas), Ignacio Pombo (sífilis), Demetrio Mejía (padecimientos de cintura y alcoholismo), José Gama (problemas de los ojos), Fernando Malanco (vacunas), A. Ruiz Endorzain (males de los pulmones), J. Mondragón (estómago), Hilarión Frías y Soto (cuestiones de la vejez), Manuel Sains (salud de las mujeres), Luis E. Ruiz (casos de la piel), Juan Castellanos (asuntos quirúrgicos), José Peón y Contreras (atención a los niños), sin olvidar a Ricardo Vértiz y Rafael Lavista, por referir a varios de los que sabemos daban consultas gratis por lo menos una vez al día.

       Sobre esa base, apenas entró en su gestión ejecutiva en diciembre de 1880, el mandatario nacional pidió al secretario de Gobernación que se integrara una comisión abocada a estudiar la conveniencia de establecer un hospital general, de cuya respuesta dependerían las medidas a implementar respecto a los centros de salud señalados.

       Integrada por Rafael Lavista, Adrián Segura (director del Hospital Juárez) y por José Ives Limantour, de esa comisión resultó el documento que ofrecemos aquí, informe signado el 9 de noviembre de 1881 que responde a tres preguntas básicas:

1ª. ¿Es conveniente el establecimiento de un Hospital General?

2ª. ¿En qué sitio debe construirse el Hospital General?

3ª. ¿Cuáles son las bases de construcción del Hospital General?

       A la primera pregunta se responde que sí, en el entendido de que ahí se asistiría a los enfermos que hasta esos momentos acudían a los hospitales de San Andrés, Juárez, Morelos e Infancia, excepción hecha de las parturientas y de los enajenados mentales, quienes debían ser atendidos en edificios especiales: una maternidad y un manicomio, respectivamente, ambos de próxima construcción.

       Se argüía que el Hospital General era pertinente, toda vez que sólo una construcción nueva permitiría implementar el sistema de arquitectura sanitaria más moderna de la época, tal como lo era el del estudioso francés M. Tollet: hospital permanente construido de ladrillos y fierro, incombustible, con pabellones independientes, ventilados y fáciles de asear y desinfectar debido a sus interiores estucados y a su pavimento de mosaicos. Al respecto, ninguna mejora material en los hospitales existentes podría tener una feliz conclusión médica, ya que se partía de un elemento de origen contrario a los principios novedosos de la higiene: estaban ubicados en medio de la ciudad, sin cuidar la dirección de los vientos.

       En torno a la segunda pregunta, sobre el mejor sitio para la construcción del Hospital, se aduce que las partes más adecuadas eran la poniente y norponiente de la ciudad, en especial los terrenos del rancho del Cebollón o de San Rafael, que además de tener una extensión suficiente y seca, contaba también con agua propia. De no ser el caso, el segundo lugar a propósito era un terreno sito al noroeste de Belén, al norte de los Arcos, limitado por el antiguo camino de tranvías de Tacubaya.

       Sobre esta base, la parte norte de la ciudad se descartó por baja y carente de agua; la noreste por la proximidad del muladar; la este por estar cerca del canal de San Lázaro; la sureste por quedar próximas las curtidurías, el Rastro y la fábrica de aprovechamiento de desperdicios de animales; el sur y el suroeste por estar en sus inmediaciones el panteón de Campo Florido y los dos de la Piedad.

       A su vez, en la tercera pregunta respondieron que el Hospital debía tener 38 pabellones generales perfectamente aislados unos de otros por jardines, 33 de los cuales servirían para albergar a 990 enfermos, mientras que los restantes cinco estarían de reserva para los casos de reparación o limpieza de cualquiera de aquéllos. A la par, en sitio aislado tenían que construirse otros pabellones a determinar, destinados para los enfermos infecciosos.

       Con el nombre de Manuel González, dicho Hospital también debía contar con todos los locales necesarios para los servicios y las oficinas: anfiteatro, con sus salas de disección y depósito de cadáveres; lavandería, planchaduría y costura; desinfección; cuerpo de guardias y portería; área de tisanas y cocina; baños y lavabos; habitaciones de los empleados principales; archivo; sala de hidroterapia; máquinas de vapor y bombas; farmacia y laboratorio; cuatro salas de operación que contarían con elevador; biblioteca, museo y auditorio para conferencias clínicas; capilla católica y capilla protestante; guardarropa; caballeriza y cochera; sin olvidar la iluminación con gas hidrógeno, así como el servicio de teléfonos y el de tranvías. En suma, lo más al día en cuestiones de sanidad y comunicación, con espacios funcionales bañados de aire y rodeados de vegetación.

       Sin más, éste es el informe-proyecto de 1881 para establecer el Hospital General de México, texto que salió a la luz pública el jueves 8 de diciembre de 1881 en el Diario Oficial. Sin duda, siempre nos quedará la pregunta del porqué nunca hemos conocido un Hospital de esa categoría, por lo menos y a pesar de los años transcurridos; y no me refiero únicamente a la cuestión de los equipos modernos y demás asuntos de los avances tecnológicos, No en vano, digo yo que es lamentable que a la fecha no haya hospitales de alta especialidad en cada uno de los estados del país, y tampoco hospitales de primer nivel en cada uno de nuestros municipios, por referir lo básico, ya que si uno “exagera” igual se desearía una clínica en todos los pueblos de la República.    

Diario Oficial del Supremo Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos, México, Palacio Nacional, tomo VI, jueves 8 de diciembre de 1881, número 281, p. 1-4.

OFICIAL.

SECRETARÍA DE ESTADO Y DEL DESPACHO DE GOBERNACIÓN.

SECRETARÍA DEL CONSEJO CONSULTIVO DE BENEFICENCIA.

C. Ministro:

La comisión nombrada para estudiar la conveniencia del establecimiento de un hospital general, el punto en que deba construirse y las bases que deben tenerse presentes para su construcción, tiene hoy la honra de producir el siguiente informe.

       Para estudiar como merecen estas cuestiones, que en tan alto grado interesan a la salubridad pública, deberíamos remontarnos al origen de los hospitales, seguir su historia, indicando todas las mejoras que han sufrido, pero todas estas consideraciones muy interesantes, sin duda, nos llevarían a desenvolvimientos incompatibles con el tiempo de que hemos podido disponer. Por otra parte, esos desenvolvimientos son hasta cierto punto inútiles, puesto que este dictamen va a ser discutido por personas perfectamente peritas en la materia.

       Así pues, entraremos de lleno en las cuestiones, separándolas naturalmente en el orden siguiente:

       1ª. ¿Es conveniente el establecimiento de un hospital general?

       2ª. ¿En qué sitio debe construirse el hospital general?

       3ª. ¿Cuáles son las bases de construcción del hospital general?

Primera. ¿Es conveniente el establecimiento de un Hospital General?

Esta cuestión puede considerarse bajo dos puntos de vista: o bien un hospital único, en donde se alojaran todos los elementos que la Beneficencia pública asiste en la capital; o bien un hospital que con la mayor amplitud posible reciba enfermos de cualesquiera clase que sean, aunque en determinado número.

       Del primer punto, no tiene que ocuparse la comisión, porque la Cámara de Diputados al asignar en el presupuesto una partida para el establecimiento de un Manicomio, y el Consejo Consultivo al haber puesto las bases teóricas que debe tener una Maternidad, esto es, un edificio aislado, de construcción ligera que permitiera abandonarlo o destruirlo a su debido tiempo, cuando se saturare por la impregnación de los miasmas, han determinado que debe haber cuando menos tres edificios; un Manicomio, una Maternidad y uno que serviría para las demás clases de enfermos.

       Del establecimiento de este último, se va a ocupar la comisión, puesto que el Consejo Consultivo ya aprobó la fundación de un Manicomio común para ambos sexos, y sin duda el C. Ministro de Gobernación encomendará a otra comisión el estudio especial de una Maternidad.

       Puesto esto: ¿es conveniente el establecimiento de un Hospital General? o para ser más precisos, concretándonos a nuestra capital, ¿es conveniente asistir en un solo edificio hecho AD HOC, los enfermos que ahora se asisten en los hospitales San Andrés, Juárez, Morelos e Infancia?

       Antes de resolver esta cuestión, la comisión hace advertir que a pesar de que el Consejo Consultivo aprobó que con las modificaciones y reparaciones necesarias subsistirían los hospitales Juárez, Morelos e Infancia, el C. Ministro de Gobernación, con el sentido práctico que lo caracteriza, determinó que la comisión estudiara el proyecto de la fundación de un Hospital General, considerando las proposiciones referentes a la conservación de los tres hospitales mencionados, como aprobados provisionalmente.

       Por otra parte, uno de los miembros de la comisión se dirigió de oficio al Superior Consejo de Salubridad, pidiéndole se sirviera emitir su parecer acerca del proyecto de reconstrucción del hospital Juárez, según un modelo que le remitió, y este Cuerpo Consultivo le contestó con el siguiente dictamen:

Consejo Superior de Salubridad.- México.- La comisión encargada de estudiar el proyecto de reconstrucción del Hospital Juárez, formado por ud., ha producido en sesión verificada el día 29 del actual el dictamen que sigue:

       Los que suscribimos, nombrados en comisión para dictaminar sobre el proyecto de reconstrucción del Hospital Juárez, formado por el C. Adrián Segura, director de ese establecimiento y que se sirvió remitir a este Consejo para su estudio, tenemos la honra de someter a la aprobación de los ilustrados miembros que nos escuchan, el juicio que nos hemos formado respecto de él.

       Dos son las cuestiones cuya solución nos propusimos, a saber:

       1ª. ¿El proyecto mejora las condiciones higiénicas actuales del Hospital Juárez?

       2ª. ¿Satisface los preceptos que la higiene moderna indica para esa especie de establecimientos?

       Seguramente que la primera debe resolverse en sentido afirmativo, y que bajo ese punto de vista debe considerarse el proyecto tal vez como el más ventajoso que pudiera proponerse, pues con él se procura remediar hasta donde es posible varios de los graves defectos del hospital que nos ocupa. Siendo húmedas sus salas situadas en el piso bajo, escasas de luz, de paredes construidas con materiales porosos y pintadas simplemente al temple, con su piso de madera, y hallándose por otra parte, ya infestadas, se propone abandonarlas por completo para el tratamiento de las enfermedades y reservarlas si acaso para utilizarlas como bodegas o almacenes de ropa, semillas, etc. Esta medida es excelente; ella alejará de los heridos la facilidad de ser invadidos por la erisipela, la septicemia, la podredumbre de hospital, accidentes tan comunes ahora en los desgraciados que son conducidos allí y en aquéllos a quienes se les ha practicado alguna operación quirúrgica de importancia, y unida a la plantación de jardines y otras mejoras que adelante indicaremos, hará más fácil la cicatrización de las heridas, haciendo perder a la vez al hospital su aspecto triste y repugnante que tanto debe abatir la moral de los enfermos.

       Utilizando sólo la parte alta del edificio, se proyecta construir cuatro pabellones paralelos de dos salas cada uno, las que tendrán su fachada principal al Norte, y por consiguiente su orientación Norte-Sur. La construcción de las salas se hará conforme al tipo de la de Clínica y Vértiz actuales, disponiéndose en ellas ventanas y ventilas de madera que reciban bastante luz y que su aereación y ventilación sean suficientes y bien regularizadas. Estos cuatro pabellones comunicarán entre sí por tres amplios corredores, y los patios intermedios se convertirán en jardines. En cada sala habrá un común inglés, una pieza pequeña para el enfermero principal y un elevador para subir a los enfermos a quienes fuera molesto o pudiera perjudicar el conducirlos por las escaleras. La cocina, la farmacia y otras oficinas indispensables, quedarán independientes de los pabellones, y no podrán molestar en manera alguna a los enfermos.

       De esta rápida enumeración de las principales bases del proyecto, se desprenden las importantes mejoras siguientes:

       1ª. Se abandonan las salas del piso bajo, que por las razones antes indicadas son malsanas e impropias absolutamente para el tratamiento de heridos.

       2ª. Se da a todas las salas una misma orientación, que aun cuando no la mejor para México, es, sin embargo, bastante buena.

       3ª. Se procura evitar hasta donde es posible la fácil comunicación de la atmósfera de las salas entre sí.

       4ª. Se asegura a todas una aereación y ventilación regulares.

       5ª. El tipo de construcción de las salas es mejor que el del mayor número de las que hay ahora en el hospital; y

       6ª. Se multiplican los jardines, los que dando un aspecto menos triste al Establecimiento, contribuirán también a purificar el aire que deben respirar los enfermos.

       No cabe duda, por lo mismo, que las obras que se proyectan son dignas del mayor aplauso y que serían de adoptarse si las circunstancias no permitiesen pensar en algo mejor. La primera cuestión, debe, pues, a nuestro juicio, resolverse como indicamos ya, en sentido afirmativo.

       Respecto de la segunda, debemos manifestar, al contrario, que en manera alguna somos partidarios del proyecto; pues nos parece que el Hospital adolecería no obstante las mejoras en él iniciadas, de graves y trascendentales defectos.

       Diremos desde luego que su situación no la creemos muy conveniente, porque queda bastante próxima a la parte Sur de la zanja cuadrada, la cual precisamente en su trayecto por ese lado recibe los derrames de varias zahúrdas, los de varios establos de importancia, los de las diversas almidonerías que hay por ese rumbo, y los del Rastro de ciudad, quedando también muy cerca de este mismo Establecimiento, la casa de utilización de restos animales, y por último, de las curtidurías que hay en tan gran número hacia esa parte de la capital.

       La orientación de los pabellones, como antes decíamos, no sería la mejor, porque sus salas casi sólo recibirían el sol del lado del Sur. Para evitar este defecto sería indispensable darles otra intermedia, atendiendo a la marcha aparente del sol en México, lo cual sería imposible, tratándose de utilizar los altos del edificio.

       El número de enfermos que en cada sala tendría que colocarse, sería mayor que el que la experiencia ha sancionado como máximum. Los higienistas, de acuerdo sobre el particular, consideran que a lo más puede haber en cada sala veintiocho enfermos. Debiendo, pues, ser ocho las del Hospital y próximamente doscientos ochenta los enfermos, sería necesario colocar en cada una treinta y cinco, es decir, una cuarta parte más del número que debe haber, y esto sin tener en cuenta que conforme a un precepto de suma importancia, se debería tener siempre alguna sala vacía para su desinfección, la que sería después ocupada para que en otra se practicase la misma operación.

       Las salas quedarían, además, construidas conforme al sistema antiguo de hospitales fijos, cuyos inconvenientes son numerosos y de grandes trascendencias y no según el sistema de M. Tollet, por el cual todos los higienistas, con mucha razón, se declaran en la actualidad decididos partidarios. En ese sistema de pabellones independientes, ojivales, incombustibles y construidos de ladrillos y fierro, tan bien ideado bajo los diversos puntos de vista de solidez, ventilación y facilidad de aseo y desinfección, todos los detalles, aun los más insignificantes, han sido previstos y desearíamos que cualquiera construcción hospitalaria en la capital, se hiciese sujetándose a los preceptos del sabio ingeniero francés ya citado, Mr. E. Bertin, en su notable artículo sobre el proyecto del nuevo hospital Saint Eloí de Montpellier, después de estudiar las principales consideraciones que hay que tener presentes tratándose de la erección de un hospital, se expresa como sigue:

En fin, sólo estos pabellones de corta altura relativa, se prestan al sistema de construcciones ligeras de fierro y ladrillos impuesta para lo sucesivo a la arquitectura hospitalaria, por todas las conclusiones de la higiene y por la experiencia de estos últimos años. La superioridad de los hospitales transitorios, de las tiendas o barracas americanas, sobre los antiguos hospitales permanentes, principalmente en lo que concierne a los heridos, queda en efecto universalmente reconocida para en adelante, y es indudable que las construcciones ligeras de que se trata, reúnen al beneficio de la aereación, lo que constituye la principal razón de esta superioridad, las ventajas sobre la tela y la madera de estar al abrigo de los incendios y de ser más susceptibles de resistir a la impregnación miasmática. De manera que los hospitales transitorios vinieron a derribar, en la opinión de los higienistas, a los hospitales permanentes del antiguo tipo, y los hospitales permanentes de materiales ligeros, incombustibles e impermeables, vienen a su vez a sustituir a los hospitales transitorios.

       Por medio del sistema de que me ocupo, la cuestión tan grave, de duración de los establecimientos nosocomiales se encuentra anulada o sensiblemente reducida. La duración sanitaria de todo hospital tiene por límite fatal la época de su infección y el único medio de retardar indefinidamente el término de su decadencia, que corresponde a este deplorable vencimiento, y que debería ser siempre el momento de abandonarlo, es retardar indefinidamente también, impedir si es posible de una manera absoluta, este acontecimiento y sus consecuencias. Pues bien, estos pabellones de fierro y ladrillos, cimentados o estucados en el interior, de pavimento de mosaico y sin cielo-raso, no sólo presentan a todas las absorciones una resistencia considerable, sino que pueden lavarse y desinfectarse como un vaso de cristal o un jarrón de porcelana. Por eso Mr. Marmottan, relator en el cuerpo legislativo de la ley sobre la organización de los servicios hospitalarios del ejército, concluía hace poco diciendo que, sería necesario construirlos todos según este tipo, y Mr. Paul Bert, que debería inscribirse como obligación en la ley.

Se ve por estas eruditas consideraciones, cuán interesante es que los pabellones de los hospitales se construyan conforme al sistema indicado, si se quiere, por una parte, que sus salas estén bien aereadas y con ventilación regularizada, y por otra retardar indefinidamente la época de su infección, y por tanto aquélla en que debieran abandonarse y destinarlos a otro objeto.

       Bajo el punto de vista económico, diremos que el sistema Tollet es mucho más ventajoso que el de hospitales fijos monumentales como los llama Levy. Sin contar, en efecto, el hospital Lariboisière y el Hôtel-Dieu de París, cuyo costo se elevó a las cifras fabulosas de 3400 y 12000 pesos por cama, citaremos el hospital de Ménilmontant donde el costo fue de 2666 pesos; los hospitales militares de Saint Martin y de Vincennes en los cuales fue de 1400 y de 1600 y el perfeccionamiento de Berlín que ha costado 1883 pesos por cama. En Bourges el hospital conforme al sistema Tollet ha sacado un costo de 630 pesos por cama y en Montpellier éste se reducirá a 500. Se ve por estas cifras cuán notable es la diferencia bajo este punto de vista y que por lo mismo es también de preferirse por tal motivo el sistema de Mr. Tollet.

       En el proyecto es de notarse además la falta de un pabellón perfectamente aislado para los enfermos contagiosos, así como el que quedando muy lejos los jardines con relación a las salas, no podrán servir de distracción para los enfermos, ni tampoco de barrera, por decirlo así, para el paso de los miasmas de una sala a las demás.

       Estas breves consideraciones son a nuestro juicio, bastantes para demostrar que el proyecto de reconstrucción del hospital Juárez no está conforme a los últimos preceptos de la higiene, y en vista de lo expuesto sometemos a la aprobación de este Consejo, las siguientes proposiciones:

       1ª. El proyecto formado por el C. Adrián Segura, para la reconstrucción del hospital Juárez, mejora sus condiciones higiénicas actuales.

       2ª. El mismo hospital, aun mejorado conforme al proyecto, no llenaría los preceptos últimamente formulados por la higiene, para esa especie de establecimientos.

       3ª. Mejor que adoptar el proyecto referido, sería conveniente fijarse en la construcción de un hospital nuevo, erigido conforme al sistema Tollet.

       México, octubre 29 de 1881.- (Firmados).- D. Orvañanos.- Nicolás R. de Arellano.

       Y por acuerdo del Consejo, tengo el honor de transcribir a ud. como resultado de su oficio fecha 14 del presente.

       Libertad en la Constitución. México, octubre 31 de 1881.- I. Velasco.

       Al director del hospital Juárez, C. Adrián Segura.- Presente.

Se ve por este concienzudo dictamen, perfectamente de acuerdo con los principios de la ciencia, que no es de reconstruirse el hospital Juárez, a pesar de que el proyecto de reconstrucción mejoraba extraordinariamente las condiciones higiénicas actuales, y como gran parte de las razones que el Consejo Superior de Salubridad aduce para la no reconstrucción del hospital Juárez, con adaptables a los hospitales de Infancia y Morelos, puesto que éstos están colocados en medio de la ciudad, sin cuidar de la dirección de los vientos, y sin las reglas de construcción del sistema Tollet, que es el solo admitido hoy, la comisión opina que deben abandonarse los hospitales de Infancia, Morelos y Juárez, y construirlos de nuevo conforme a los principios de la higiene.

       Ahora bien, puesto que estos tres hospitales no están conforme con las reglas de la higiene, y puesto que deben abandonarse, ¿qué es más conveniente, hacer tres edificios nuevos o uno solo que los contenga, incluso el de San Andrés?

       La comisión, en vista del inmenso ahorro de gastos y del mayor orden que resultaría centralizando la administración, opina que es más conveniente la construcción de un edificio que reúna a los enfermos que ahora se asisten en los hospitales San Andrés, Juárez, Morelos e Infancia, con tal que este edificio se haga en el lugar y con las condiciones de que después se hablará.

       El único inconveniente que esto tendría, sería la aglomeración de enfermos; mas estudiando bien el proyecto de la Comisión, se verá que la aglomeración de enfermos es más bien aparente que real, puesto que cada pabellón de treinta enfermos es un pequeño hospital perfectamente independiente y separado de los demás; de esta manera se realizará el pensamiento de los higienistas modernos, que exige la dispersión de los enfermos, condición que puede practicarse en un solo establecimiento; se conseguiría, además, distribuir y clasificar individuos afectados de enfermedades ya bien determinadas por la ciencia como transmisibles, cuya mezcla origina un aumento en la mortalidad.

       Esta consideración es de un grandísimo valor, pues ella explica el aumento de mortalidad en los hospitales construidos conforme a los preceptos higiénicos, en los que se ha omitido tan importante prescripción.

       De todo lo expuesto se deduce que es conveniente el establecimiento de un hospital general.

Segunda. ¿En qué sitio debe construirse el Hospital General?

Para resolver este punto la comisión se asoció con los Dres. Orvañanos y N. Ramírez de Arellano, miembros de la comisión de Hospitales del Consejo Superior de Salubridad, y del inteligente director del Observatorio Meteorológico Central, D. Mariano Bárcena, para examinar cuál era el sitio más a propósito para nuestro objeto.

       La comisión, de acuerdo con los mencionados señores, rechaza los rumbos siguientes: el N. por ser bajo, árido y completamente sin agua; el N.E. por la proximidad del muladar; el E. por estar cerca del canal de San Lázaro; el S.E. por estar cerca de las curtidurías, la fábrica de aprovechamiento de desperdicios de animales, el Rastro; el S. y el S.W. por estar cerca de los panteones del Campo Florido y los dos de la Piedad. No quedaron aceptados más que el W. y el N.W.

       En estos rumbos la comisión ha encontrado un magnífico sitio conocido con el nombre de Rancho del Cebollón, o de San Rafael, que tiene más de 200 metros de extensión N.S., y como un kilómetro E.W.; está a 1 metro 20 centímetros sobre el nivel del agua, y su terreno, según el Sr. Bárcena, es de una composición arcillo-humífero-arenosa. Es, por lo mismo, muy seca.

       Este rancho tiene cuatro mercedes de agua propia, y está, además, muy cerca del acueducto de San Cosme por si todavía faltase agua.

       La tabla que prueba una vez más la laboriosidad de las personas encargadas del Observatorio Meteorológico Central, y la importancia práctica de esos estudios, demuestra que el hospital no será en nada perjudicado por los vientos de la ciudad, puesto que los vientos dominantes son el N.W., el N.E., el S.W. y el W.

       La comisión estudió algunos terrenos como la Penitenciaría y la Industria, que prestan algunas ventajas para el establecimiento del Hospital general; pero tanto por no tener la extensión suficiente, como por saber la comisión que el Gobierno los destina a otros fines, no los propone al Consejo consultivo.

       Si por una desgracia no fuese posible comprar el Rancho del Cebollón, la comisión se propone estudiar un terreno que está al N.W. de Belén, al N. de los Arcos, y limitado por el antiguo camino de tranvías de Tacubaya. Pero sólo en último caso, porque a todas luces es preferible el terreno que ahora propone.

       La única objeción que se podría hacer para no aceptar nuestro proyecto, sería que el Cebollón está lejos del centro; mas esta dificultad queda subsanada haciendo que las tranvías, de vía ancha y de vía angosta, lleguen hasta allí, tanto para que los médicos pudieran ir al hospital, cuanto para aprovechar los rails por las camillas con ruedas, según un proyecto que uno de nosotros ha tenido el honor de someter a la ilustrada deliberación del C. Ministro de Gobernación. Por lo demás, el inconveniente de la lejanía está muy compensado con las ventajas de hacer un hospital ad hoc, en un punto conveniente para los enfermos, punto objetivo del establecimiento.

Tercera. ¿Cuáles son las bases de construcción del Hospital General?

El Hospital general, que la comisión propone lleve el nombre de Manuel González, para que se perpetúe en la historia, que durante su gobierno y merced a su empeño por mejorar la situación de los infelices enfermos, se realizará tan brillante como filantrópica obra, se compondrá de las siguientes construcciones, separadas entre sí por espacios plantados de árboles.

       De la Memoria explicativa del adjunto proyecto hecho por los acreditados ingenieros civiles y arquitectos, D. Ignacio y D. Eusebio de la Hidalga, tomamos los siguientes datos, aunque algo modificados por creer la comisión que el Hospital general debe tener mayor extensión de la que proponen los Sres. Hidalga.

       Las principales son:

       1ª. El hospital común con todos los servicios y oficinas generales. (Esta construcción es la más importante, ocupa el mayor espacio y representa, por lo menos, las 4/5 partes del gasto total).

       2ª. Los pabellones de contagiosos.

       3ª. Los pabellones de enfermos cuyas enfermedades no están bien marcadas, y que deben quedar en observación durante algunos días antes de ser dirigidos al hospital común o al de contagiosos.

       4ª. El anfiteatro con sus salas de disección, sala de depósito de cadáveres, etc.

       5ª. El local para lavar la ropa, con sus anexos; sala de plancha, costura, etc.

       6ª. Pabellón de desinfección de ropa.

       7ª. A los lados del Hospital general debe establecerse un cuerpo de guardia y la portería.

       En estas bases sólo nos ocuparemos del edificio central u hospital común.

Edificio central

Se divide naturalmente en dos partes:

       1ª. Local destinado a los enfermos, compuesto de 38 salas divididas en dos grupos; 19 separadas por un extenso patio de 60 varas de ancho y unas de otras por jardines de 25 varas, para aislar en lo posible de este modo las masas de enfermos.

       2ª. Servicios generales.

       La comisión ha creído deber fijar el número de 38 salas, por las siguientes razones:

       El número de enfermos que ahora se admiten en los hospitales es muy limitado, en relación con la demanda de camas. Por lo mismo, ya que se construye un Hospital General, debe dársele la mayor extensión posible, para admitir el mayor número posible de enfermos.

       Suponiendo que en el nuevo Hospital General se conservase a cierto número de pabellones, denominaciones que indicasen los enfermos que en ellos se curasen, tendríamos que debería tener el

  • Departamento de San Andrés 360 enfermos como máximum.
  • Departamento de Juárez 360 enfermos como máximum.
  • Departamento de Morelos 180 enfermos como máximum.
  • Departamento de Infancia 90 enfermos como máximum.
  • Total ………………. 990.

Colocando en cada pabellón 30 enfermos, bastarían 33 salas; pero la experiencia ha enseñado que debe haber un cierto número de salas vacías, para ser ocupadas por los enfermos mientras se reparan otros.

       Así, pues, tenemos el siguiente cuadro, conservando provisionalmente hoy por hoy, los nombres que actualmente tienen los hospitales, indicando con esto la clase de enfermedades que en ellos se curan. Esta clasificación se sustituirá definitivamente por la que propondremos después.

                                  Número de enfermos

San Andrés …………… 360

Juárez …………………. 360

Morelos ……………….. 180

Infancia ………………..   90

Total …………………… 990

                             Pabellones siempre en uso

San Andrés …………… 12

Juárez …………………. 12

Morelos ………………..   6

Infancia ………………..   3

Total …………………… 33

                             Pabellones en descanso o reparación

San Andrés ……………  1

Juárez ………………….  2

Morelos ………………..  1

Infancia ………………..  1

Total …………………… 5

Cada uno de los pabellones de enfermos está compuesto de tres partes. En el centro una sala de 34 1/3 varas de largo, 9 ½ de ancho y 7 ¾ de alto, donde están colocadas en 2 filas treinta camas, recibiendo la luz y el aire por 12 ventanas: ésta es la enfermería. A cada enfermo corresponde una superficie de 11 varas cuadradas (7m 75) y un cubo de aire de 86 ½ varas (51 m).

       En su prolongación y separados en dos grupos por un tránsito, hay dos cuartos para enfermero y vigilante, un wáter-closet, un baño y un lavabo. En la otra extremidad y fuera de la sala, hay un refectorio especial para cada pabellón, un local para preparar las tisanas, un cuarto para la ropa limpia y otro para depositar la sucia mientras llega por la parte inferior el carro que debe recogerla diariamente.

       El servicio deberá hacerse todo por debajo por medio de tranvías, que transportarán a los enfermos los alimentos, medicinas, ropa blanca a todas las salas, y a la vez transportarán la sucia, la basura, los muertos, etc.

       El piso bajo general en todo el edificio se pondrá a una tercia más alto que el nivel del terreno donde se haga el Hospital, y el piso de las salas y tránsitos quedará a tres varas sobre el piso bajo, descontando de estas tres varas el espesor de las vigas de fierro y ensolerado; quedará para el servicio inferior un espacio libre de 2 varas 24 pulgadas.

       De este modo cada pabellón vendrá a formar un pequeño hospital dentro del grande; así es, que sólo será necesario llevar a los refectorios comunes que no es preciso que sean muy grandes, más que a los enfermos que ya puedan pasear por los corredores y jardines. Lo mismo puede decirse respecto a los baños.

       Respecto a la parte arquitectónica se revestirá de recinto la parte baja: corresponderá a cada ventana del pabellón un respiradero enrejado en la parte baja para la ventilación y luz de ésta. Las paredes deben ser de mampostería de piedra dura, con excepción de las mochetas de las ventanas, las pilastras y las fajas de las cornisas que deberán ser de piedra de cantería. La precaución de hacer las paredes de piedra dura, es sobre todo indispensable, en la parte que se destine a los presos.

       El piso bajo, sostenido por vigas de hierro, se hará de mármol de Puebla. Las paredes hasta cierta altura, se revestirán de azulejo, y el resto, lo mismo que el techo, se estucará.

       El techo se formará de vigas de hierro terminadas en cuarto de círculo en sus extremidades que sostendrán bovedillas de ladrillo.

       Cada sala tendrá su derrame de plomo para el desagüe de las azoteas, ventilas en la parte superior que podrá cerrarse con reguladores cuando sea necesario; y agua suficiente para el servicio.

       Respecto a las ventanas, aun cuando muchos aconsejan que sean de platabanda, se adoptará el medio punto que permite darles más altura. El servicio interior de cada sala, se hará también por tranvías.

       De los 33 pabellones se destinarán unos en forma celular para los operados y otros en prisión celular para los enfermos presos incomunicados.

       Los servicios generales se dividirán en tres partes:

       La 1ª contiene en el piso bajo la entrada principal, la escalera, los almacenes generales, las salas de consultas y admisión, comisario y habitación del conserje y en el alto las habitaciones de los empleados principales, las oficinas y el archivo.

       La 2ª colocada en el centro del gran patio-jardín, está formada en el piso bajo de la cocina y anexos, refectorio de la gente de servicio y de enfermos, los baños de hombres y mujeres, la hidroterapia, el local para la máquina de vapor y la bomba, la farmacia y el laboratorio, la escalera de servicio, etcétera y en el alto el refectorio, dormitorio y sala de reunión de los internos, cuatro salas de operaciones (a las que se subirán y bajarán los enfermos por medio de un elevador), la biblioteca, el museo y las salas de conferencias clínicas.

       La 3ª situada en el fondo, tiene en la parte baja, dos almacenes, caballeriza y cochera, y en la alta, los dormitorios de la gente de servicio y dos salas de guardarropa. Por último, en el centro se colocará una capilla católica y otra protestante, respetando la libertad de conciencia de los enfermos según lo garantiza la Constitución.

       Creemos que en estricta justicia, el Gobierno debe pagar dos capellanes, uno católico y otro protestante para asistir a los enfermos, pues en un lugar tan alejado de la población no es fácil recurrir a los ministros respectivos del culto, sobre todo a deshoras de la noche.

       Ésta es la disposición general de todas las partes del edificio: en cuanto a los detalles de las habitaciones de los empleados y gente de servicio, pueden variarse conforme a la planta de los primeros que se determine, y la clase y número de los últimos que deban vivir en el Hospital.

       La fachada principal estará toda ella revestida de cantería, chiluca y recinto, lo mismo que las arcadas del primer patio; el resto de la construcción será como en los pabellones. Los frentes de las paredes de los tránsitos se cubrirán en una altura de una vara 30 pulgadas de recinto. Los pisos se enrecintarán.

       En la fachada se colocará un gran reloj de campana sonora para oírse en todo el Hospital, indicando las horas y los cuartos.

       Los techos de los tránsitos del segundo patio-jardín serán de hierro ondulado, sostenidos por columnas de hierro.

       Al proyectar los Sres. Hidalga, bajo las indicaciones de la comisión, este edificio del Hospital General, han tratado de conciliar la mayor división posible de los enfermos, la simplificación de los servicios y su disposición arquitectónica; pero subordinando siempre a los intereses principales los que no lo son tanto.

       Repartir un número considerable de enfermos en grandes espacios, circunstancia exigida por las condiciones de que las enfermerías tengan un solo piso, ofrece ciertas dificultades para el servicio, dificultades que aumentan proporcionalmente al número de aquéllos. Desde luego, las distancias que hay que recorrer son mayores; pero como se suprimen casi por completo las escaleras en el servicio de las enfermerías, resulta que el inconveniente disminuye en gran parte, puesto que se ha calculado que el esfuerzo mecánico para elevar un peso dado, es 12 veces mayor que el necesario para su transporte a la misma distancia horizontal.

       Además, como cada pabellón viene a formar, como ya se ha dicho, un pequeño hospital completo, bañado de aire y rodeado de vegetación, las necesidades del servicio serán menores.

       Para disminuir todavía más estos inconvenientes, los almacenes generales del frente están unidos con las oficinas centrales y con los almacenes del fondo, por medio de tranvías, las cuales sirven, como ya dijimos, para el servicio de las enfermerías. También habrá un servicio de tranvías para unir el edificio principal con los demás pabellones aislados, cuyo conjunto forma el Hospital General.

       Por último, cada pabellón estará unido por medio de un teléfono con la comisaría y con la prefectura, y de ésta partirán hilos a todas las oficinas del Establecimiento, y se prolongarán también hasta el Ministerio de Gobernación.

       De este modo el servicio se simplifica notablemente, desapareciendo los inconvenientes de la separación de los diversos locales y de la extensión superficial, necesaria para la buena higiene del Hospital.

       La diseminación de los enfermos se ha obtenido separando el edificio en dos partes por un espacio considerable cubierto de vegetación, y cada una de esas partes en otras menores, también separadas del mismo modo. Todo el Establecimiento estará iluminado con gas hidrógeno, que se hará en el mismo, si la Compañía de gas no pudiere proporcionarlo.

       Los Sres. Hidalga proponen hacer una elegante fachada, a la vez que severa, sin que sea de gran lujo; les parece impropio, y con razón, esconder tanta miseria y tanta desgracia dentro de una envoltura digna sólo de un palacio.

       Respecto del problema de extraer los residuos de los wáter-closets y el sistema de éstos, creemos que debe ser resuelto por una comisión ad hoc que el C. Ministro de Gobernación tenga a bien nombrar.

       Los Sres. Hidalga, en el proyecto que han hecho para la construcción de un Hospital General, según las indicaciones que les ha dado la comisión, han tenido presente que en un hospital, la administración es el medio y el enfermo el objeto.

       En vista de lo anterior, los que suscribimos, nombrados en comisión por el C. Ministro de Gobernación, tenemos la honra de someter a la ilustrada deliberación del Consejo Consultivo de Beneficencia, las proposiciones siguientes:

       1ª. Es conveniente el establecimiento de un Hospital General, en el que se asistirán los enfermos que ahora se curan en los Hospitales de San Andrés, Juárez, Morelos e Infancia.

       2ª. El Hospital General se construirá en el rancho llamado del Cebollón o San Rafael; y si acaso esto no fuese posible, se elegirá un terreno situado al P. de la capital y fuera de ella.

       3ª. El Hospital General se compondrá de pabellones perfectamente aislados unos de otros por jardines. Dichos pabellones sólo contendrán 30 enfermos, y su número será proporcional al número de enfermos que deban asistirse en el Hospital General. Estos pabellones se orientarán convenientemente.

       4ª. Se construirán pabellones de reserva para ser ocupados por los enfermos de los pabellones que se pongan en descanso o en reparación.

       5ª. Habrá también otros pabellones para los enfermos infecciosos. Estos pabellones estarán situados lo más lejos posible de los otros y fuera de la dirección de los vientos.

       6ª. Todos los pabellones serán de un solo piso, situado a tres varas sobre el suelo, ampliamente iluminados y con la ventilación que la higiene reclama.

       7ª. Se construirá conforme al sistema Tollet, y siguiendo en sus pormenores el proyecto presentado por los ingenieros civiles y arquitectos, D. Ignacio y D. Eusebio de la Hidalga.

       8ª. Se establecerá en un punto céntrico de la capital una oficina central de calificación de la necesidad de admisión de los enfermos en el Hospital General.

       La comisión habría deseado para hacer completo su informe, haber practicado el estudio geológico detallado del terreno que propone, así como lamenta no haber tenido a su disposición datos hidrográficos suficientes para poder deducir el de las aguas con relación al Establecimiento; pero estos datos podrán adquirirse con tiempo y calma cuando se proceda a la construcción del Hospital.

       La comisión cree cumplir con un grato deber, dando públicamente las gracias a los Sres. doctores Orvañanos y Ramírez de Arellano, y a los Sres. ingenieros M. Bárcena, Ignacio Eusebio de la Hidalga, por la exquisita amabilidad y la inteligente cooperación con que la han auxiliado en sus trabajos.

       México, noviembre 9 de 1881.- R. Lavista.- Adrián Segura.- J. I. Limantour.

       Es copia. México, diciembre 8 de 1881.- E. F. de Arteaga, oficial mayor.