Leila Guerriero: los misterios de la vida también pueden ser tema periodístico
Por: Carlos Priego
En su nuevo libro, la periodista argentina Leila Guerriero reúne un conjunto de textos personales (recuerdos y reflexiones), escritos para el diario español El País entre los años 2006-2019.
Con Teoría de la gravedad (Libros del Asteroide, 2019), Guerriero se adentró en los terrenos de un periodismo personal semejante al que de manera ejemplar practicó Jorge Ibargüengoitia en el Excélsior de Julio Scherer. Apoyada en una prosa adictiva, nuestra autora monta un observatorio de lo cotidiano donde desfilan temas como la historia de un niño que va por primera vez al mar, o el deslumbramiento de una persona cuando, en forma inesperada, escucha una voz cantando en el metro de Buenos Aires; elementos ambos que demuestran que los misterios de la vida también pueden ser un tema periodístico.
Además del título que nos ocupa, su obra incluye la crónica Los suicidas del fin del mundo (Tusquets); el tomo misceláneo Plano americano (Anagrama), que presenta veintiséis perfiles de personalidades publicados a lo largo de más de una década en algunos de los principales diarios y revistas, ya de América Latina, ya de España. No olvidemos tampoco Zona de obras (Anagrama), colección de columnas, conferencias y ensayos donde Guerriero intenta responder a las preguntas: ¿Por qué, para qué y cómo escribe un periodista?, textos que demuestran la madurez que ha logrado quien también fue reconocida con el Premio Manuel Vázquez Montalbán, mismo que destaca lo mejor del periodismo iberoamericano.
En sus casi tres décadas de trayectoria, dicha escritora ha forjado una huella trascendente, con estudios de las estructuras narrativas, tiempos, recursos literarios, atmósferas y personajes que se decantan por temas de la naturaleza humana. No en vano fluyen ahí cuestiones relacionadas con los afectos, la pérdida, la finitud y las expectativas personales.
Teoría de la gravedad reúne noventa y seis artículos de un universo de más de cuatrocientos que escribió para su columna de los miércoles en El País. Se trata de una serie de recuerdos en los que la periodista narra episodios acerca de su vida familiar (infancia, adolescencia, madre, padre, hermanos), con un juego dialéctico fundamental: cuento esto para contar otra cosa. Así, el libro mezcla cuestiones personales con temas coyunturales, transformándolos en algo universal.
Por ejemplo, en una de sus columnas nos dice: “Yo quería ser John Wayne. O Clint Eastwood. O Franco Nero. O Gregory Peck, en El oro de Mackenna. En todo caso, cuando yo era niña no quería ser princesa, ni azafata, ni madre, ni esposa. Quería ser un cowboy. No es que quisiera ser un hombre: quería ser mujer…”. Con estas palabras, hace entender a sus lectores qué parte de ese hilarante catálogo de todas las cosas que estaban hechas para olvidarse -pero que no olvidamos nunca- conforman la vida cotidiana: malos entendidos, molestias, insomnios, relaciones humanas, gatos, rutinas, melancolías. Sobre esta base, Teoría de la gravedad traza un singular retrato de nuestra época, en un registro que navega con fluidez entre dos aguas: la de lo culto y la de lo popular. Los aforismos que el lector encontrará en esta serie de reflexiones pueden venir de escritores, músicos, filósofos, actores, o una niña de siete años.
Sin duda, lo asombroso de la labor de Leila en este libro no es sólo la escritura, sino también la edición, la selección de los apartados y el orden en el que están dispuestos. Cuando el editor Luis Solano le propuso hacer una selección de las columnas para publicarlas en un dossier, ella se vio obligada a encontrar el tema y la narrativa del compendio. Esa labor le resultó demandante en extremo, porque los títulos de los textos no siempre le remitían a algo. De hecho, como no recordaba muy bien de lo que había escrito, tuvo que leer de nuevo todo, trabajo que le implicó por lo menos un par de meses. Al final, el resultado es visible, toda vez que Teoría de la gravedad posee una coreografía muy particular que deviene en una lectura impactante. Esa fuerza es una muestra del talento de Leila como escritora y como editora.