¿Y luego qué? Un relato sobre mi reciente fracaso docente (2022)

                                                          

En junio de 2021, una persona muy cercana a mí dijo: “Te quieres ir a Yucatán, y eres obradorista, ¿por qué no metes tus papeles para la Universidad Benito Juárez de Tekax?.” Algo lo pensé, pues varios colegas me habían comentado que nunca daban respuesta inmediata en tales centros académicos (UBBJ).

       Como sea, a fines de noviembre metí los papeles a eso que llaman plataforma. Haría el papeleo y quién quita. El asunto me animaba ya que soy empeñoso seguidor de López Obrador desde los años noventa, en los famosos éxodos por la democracia y la apertura. No lo digo de ahorita y sin bases, pues incluso se hicieron listas de las personas que llevamos aportes para el sostén de los compañeros. Es minucia el dato, pero nos hace constar. Pasó el tiempo y ganamos, por fin, sin que ello quiera decir que avalo todo por el mero hecho del triunfo. Aclaro también que no soy miembro de Morena, para evitar confusiones.

       En suma, tenían razón mis amigos sobre el silencio de la Universidad, pues no supe nada durante los tres o cuatro meses siguientes. Después, para marzo de 2022 envié más documentos, en el entendido de que no podría acceder al plantel Tekax, sino al de Calakmul, sito éste en el poblado de Xpujil, en la parte sur de Campeche. Luego, a mediados de abril se comunicaron conmigo para cerrar los trámites. Estaba dentro, y la coordinadora me hablaría en lo inmediato para definir las horas de trabajo y la fecha de inicio.

       No obstante, recibí la llamada el 12 de mayo: tendría 25 horas a la semana, 200 pesos por cada una de ellas, a cumplir de martes a viernes. No tuve inconveniente, pues me acercaba a Yucatán, con trabajo seguro y en un proyecto necesario para el país. ¿Cuándo puede venir? En lo inmediato, no sin antes resolver algunos pendientes profesionales. Estuve ahí el día lunes 23 de mayo, a las once de la mañana, para familiarizarme con la escuela y no llegar tarde el martes. Recorrí tres salones, platiqué con los alumnos, y recibí la primera “plancha” ya que la coordinadora faltó a la cita a la que me convocó para las cuatro de la tarde, en un café del pueblo, en concreto en el que está en la gasolinera rumbo a Chetumal.

       Nunca he tenido prisa ni incomodidad al respecto, pues las personas no llegan sea por no querer, o no poder, lo que es igual de válido. Si la confianza no estuviera en mi persona, desde ahí hubiera supuesto que esto no caminaría. ¿Qué hice desde entonces? Nada durante junio, excepto darme cuenta de que los profesores no teníamos nada qué hacer si éramos opositores a los caprichos de la encargada en cuestión. Ahí se dieron los primeros inconvenientes. Parafraseo: 1) Aquí no hay vacaciones, y usted no puede salir pues es nuevo; 2) Iremos a promover la escuela, y cada quien asume sus gastos; 3) Haremos junta académica, en el café, a las cinco de la tarde, con pagos personales; 4) Se trabaja según mi disposición, y cualquier día de la semana, lo que suma sábado y domingo.

       ¡Mira qué cosa! ¿Tantos años luchando y apoyando derechos laborales, por decir lo menos, para venir a parar en esto? ¿Y en la gestión de tu presidente? No. Es cierto que se trabaja por convenio, lo cual quiere decir en extremo que no tenemos prerrogativas más allá de nuestro sueldo, pero eso no implica asumir que seamos agachones o sumisos. Alguien me dijo que quizá la coordinadora actuaba de la forma señalada por desconocer las leyes mexicanas, toda vez que es oriunda de Chile; pero con sus varios años ya en México, esto no me convencía en lo absoluto. Sobre esa base, aduje mis inquietudes y la coordinadora contestó que todo era por acuerdo con los demás profesores. ¿Será? Yo tenía otros datos, como dicen por ahí. Por ende no hubo acercamiento posible, pero tampoco un distanciamiento notorio, aún, que nunca devino en pleito, eso sí.

       En ese mismo mes, recibimos documentación de los futuros alumnos, aparte de que le entregué una relación de alrededor de veinticinco materias en las que me sentía capacitado para implementar mi labor, aclarando además que era fundamental el que me las asignara en lo inmediato para prepararlas en tiempo y forma. La cantidad parece exagerada, y no lo es porque todas se ligan entre sí. No hubo respuesta, salvo que pediría listados semejantes a los otros docentes. Mientras tanto, no falté a la escuela ningún día, con la salvedad del viernes 17 de junio pues viajé a Ciudad de México y a Guerrero, para cumplir con una ponencia ya prometida desde enero. Este momento lo aproveché también para llevarme material de cualquiera de los dos cursos propedéuticos que daría a los alumnos de nuevo ingreso: lectura o historia de México.

       Hasta el 11 de julio fueron pocas las tareas que desempeñé, ocupando mi tiempo en leer y en concluir la revisión final de mi tesis de maestría. Además, escribí varios versos, los cuales compartí con diversas personas interesadas por mis afanes en aquellos lares. Así surgió éste, dedicado a Xpujil:

A un paso occidente, el sol.

Aquí, al centro, el dios de la lluvia descarga tempestades,

mientras que, en el imaginario oriente,

el venado camina sobre el arco iris;

raudo deseo que se convierte en gota,

en cauce oscuro hacia el amor que brilla y bulle

¡oh torrente!, y que se pelea con la sinuosa calle

que atraviesa el pueblo.

Es terrible recibir un sueldo por nada. Y así me sentía, como le consta a Rogelio Ocampo, a Raúl Guerrero, y a mi mujer y mis hijos, por supuesto. Primera y única vez, eso creo. Pero es también mi oposición a una simulación educativa, a un engaño “cultural” en el cual se otorgan todos los derechos pero no se impone ninguna obligación. Ironizo, pues en Calakmul los alumnos tienen derecho a faltar, a recibir su beca, a reprobar, y no sucede nada, quieran o no los profesores. Valga hablar de una de las consecuencias de ello: durante el periodo de reinscripción, ninguno de los alumnos que atendí supo darme una explicación en torno al nombre y los orígenes de su comunidad. Bueno, los del ciclo tercero tenían tiempo, pues apenas definían el rumbo; sin embargo, ¿para los de quinto y séptimo valía hacer la misma consideración?

       Me opongo, y más si la licenciatura lleva el nombre de Patrimonio Histórico, Cultural y Natural. No es vanidad referir que algo hice en aquellos instantes: comentar con cada uno el porqué de su lugar de vecindad: Xpujil, Tomás Aznar Barbachano o La Moza, Pioneros, Manuel Castilla Brito, Ricardo Payró, Niño Artillero, Felipe Ángeles, Zoh-Laguna, Veinte de Noviembre, entre otros. La zona de Calakmul es punto de atracción turística por su riqueza arqueológica y por ser reserva de la biósfera, aparte de que desde la medianía del siglo XX ha sido punto de colonización intensiva. Un estudioso de las migraciones tanto nacionales como internacionales tendría mucho que investigar, verdad de Perogrullo. Conocí el entorno, sin duda, para analizarlo, valorarlo y ubicarme en él como mi inmediato campo de acción para la enseñanza.    

       A partir del 12 de julio se sucedieron cuatro semanas en las que mejoró en algo mi ánimo, ya que estuve ocupado en el taller y clase de Lectura: cuatro horas a la semana por grupo, ocho horas en total. Poco, es cierto, aunque mejor que antes. De veinte alumnos por salón, nunca llegaron más de diez, pero ello no implicó el que aceptara que los juntaran las dos últimas semanas en un solo grupo. No les platicaba de lo mismo, de manera que el cambio me dejó con varios temas en el tintero. Tengo la certeza de que son muy desagradables los reacomodos así, cuando obedecen a ocurrencias.

       ¿Por qué no asistían muchos de los convocados? Porque era de su conocimiento que no habría repercusiones, obvio. No obstante, los ahí presentes trabajamos en forma consciente y pudimos cerrar con un ejercicio de creación literaria, del que cito varios fragmentos, con el autor y el permiso respectivo:

I

Eres la niña de mis ojos,

tan hermosa tú, con tu sonrisa coqueta

y esos cabellos alborotados,

de rizos … [que alegran mi corazón].

(Perla Yamá. Sin título. Las palabras en corchetes las agregó en la revisión.)

II

Calakmul me vio nacer,

mas Narciso arrulló mi sueño

con su canto suave, el cual puso en mis manos

sin peligros que resolver.

(Velázquez, que así firmó. Título: Champón)

III

No es más que un objeto reciclable,

pero su ayuda en el cuaderno es indudable;

para grandes artistas tiene un valor inigualable,

ese lápiz de madera cambiado por el desgaste.

(Luis Chalá. Título: Lápiz de carbón y de madera)

IV

Mi felicidad llegó contigo.

¿Volverás algún día?

No lo sé, mi corazón grita al cielo que vuelvas conmigo,

pero mi mente dice que olvide tu camino.

(Emmanuel López. Sin título)

V

Me miras a lo lejos, desde aquel cielo azul.

Tu sonrisa, tu mirada, están grabadas en mí.

Noche y día, tus recuerdos me acompañan y guían este corazón,

corazón que anhela tu amor, tu empeño y tu esplendor.

(Elizbeth De la Cruz. Así está la firma. Título: Tus recuerdos)

VI

La historia no se acaba y está en ti, Xpujil, Calakmul.

Tú me has visto crecer, aunque no nací en ti.

Por eso eres y serás hermoso, por lo que hiciste por mí,

en ese tiempo en que era niño y aprendí.

(Jhony Alexander Cabrera Guillermo. Sin título)

VII

Un recuerdo de mi infancia encuentro cuando llueve,

pues la corriente me lleva al arroyo de mi pueblo,

a una época de diversión donde crecí en medio de

risas y agua que le dieron paz a mi alma.

(Esli Miguel Peralta. Título: El arroyo de mi pueblo)

VIII

Pero si tuviera un deseo,

no pediría que vuelvas a mi realidad;

recordarte me trae paz,

pues sé que estás en un mejor lugar.

(Brayan Alexei De la Cruz Guzmán. Sin título)

IX

Mi querido pueblo de centauro,

eres lo más bello que hay,

no importa que te falten los comercios,

 y que tengas muchos baches y huecos en tus calles.

(Ingrid Ariadne Díaz Villamil. Sin título)

X

Y cuando las estrellas salen yo pienso en ti,

porque te quiero.

No es para tanto,

es para siempre.

(Samuel Díaz Cruz. Sin título)

Incluyo líneas adelante mi reporte de tal materia, por supuesto, mismo que mandé a la Dirección Académica después de enterarme de que la coordinadora ya les había enviado un informe previo. ¿Qué dijo ahí? No lo sé, pues en ningún momento me preguntó o supervisó tales clases. Tenía mis dudas, en el entendido de que para el 5 de agosto ya habíamos tenido algunos desencuentros por mi negativa a colaborar en lo que se le diera la gana, como sucedió con la representación escénica en apoyo a un festejo de las autoridades municipales. En un principio me pidieron que fungiera como el narrador de la obra sobre los chicleros, y todavía no daba mi respuesta cuando ya me habían endilgado uno de los ensayos. Acepté lo primero, mas no lo último, aunque me tacharon de irresponsable, falto de compromiso, poco dispuesto a la unión y la colaboración. Ya estaba una profesora con el encargo, yo no estaba de acuerdo con la manera de ensayar, y no creía tener el derecho de cambiar nada. Por eso me negué, y que cada interesado asumiera lo que le tocaba.

       Ni se diga de las confrontaciones por la supuesta organización de las clases. Ella es la coordinadora desde el 2019, y hay un Plan de Estudios, ¿por qué entonces no tiene ya los horarios y las asignaciones por ciclo? ¿Acaso tenemos que hacerle su trabajo? No me extrañó por ende que en la última sesión de análisis ocurriera un cambio de lugar de reunión, sin que me enterara hasta cuatro horas más tarde. Al parecer, resulta que yo tenía la culpa, por no darles mi número de teléfono. ¿No por eso somos personas serias, y con acuerdos definidos? ¿No por eso está la escuela? Pues no.

       ¿Y mis materias? ¡Bien, gracias! A dos semanas del inicio oficial de labores frente a grupo, le pedí una vez más mi asignación de clases, aparte de solicitarle unos días de permiso para faltar a la escuela, de manera que pudiera yo preparar mis cursos sea en Xpujil, Chetumal, Mérida, Ciudad de México, o donde fuera posible. Resultó nulo, y me dijo que le escribiera a mis “amigos” de la UBBJ para que me apoyaran. Como no soy tonto (apreciación personal), escribí a la Dirección Académica con la solicitud correspondiente, la cual tampoco tuvo eco. No era la primera vez que se quedaban en silencio, ya que tampoco habían respondido otros correos míos, alguno de ellos solicitando un cambio.

       Ante tal situación y como la coordinadora tampoco hizo esfuerzo alguno para resolver mis inquietudes laborales, preferí hacerme a un lado, con la carta que muestro enseguida, con fecha del jueves 11 de agosto. Desde entonces no he tenido respuesta. Es cierto que me pagaron una quincena más, la de fines de ese mes, pero no me hicieron ningún favor porque yo pedí diálogo y solución de manera respetuosa, no regalos ni prebendas. Les hice constar mi insatisfacción en ese sentido, de manera parecida a cuando me hicieron el convenio laboral con fecha del 15 de mayo, siendo que entré el 23. Queda afirmar que esos “contratos” también deben ser motivo de revisión, pues alguien hace trampa por ahí.

       He intentado comunicarme varias veces más con las autoridades, sin embargo continúa el silencio. Incluso, ya les dije que no volvería a molestarlos, pero que investigaran lo pertinente porque las irregularidades en esa escuela de Calakmul saltaban a la vista.

       ¿Escribo por coraje? Es probable, aunque también lo hago para recordar mi propio fracaso por no adaptarme a esta experiencia académica. Dice Ortega y Gasset que uno es de acuerdo a su circunstancia, y eso quiere decir lisa y llanamente que soy un derrotado. Si lo dejo en términos simples y apegado a la competencia, me dolería tal conclusión, ¡caray!, y me pesaría la cara. Lo significativo es que no sucede así, ni dejaré que se convierta en un círculo vicioso, porque tengo conciencia sobre mi ser social, lo que a su vez me obliga a trabajar en pro de la educación en la que creo.

[Emocionante madrugada con la ofrenda a mis muertos. 2 de noviembre de 2022. En el lugar de los coyotes, Ciudad de México.]